Con base en lo anterior el catecismo de la Iglesia Católica reconoce dos tipos de pecados, veniales y mortales.[3] Para que un pecado sea mortal (infracción grave que destruye la caridad del hombre) se requieren tres condiciones: ‘Es pecado mEortal lo que tiene como objeto una materia grave (falta a uno de los 10 mandamientos) que sea cometido con pleno conocimiento (que la persona sepa que la falta es un pecado) y deliberado consentimiento (que la persona esté consciente de lo que hace y no lo haga bajo presión de personas o circunstancias).
El pecado venial es una infracción leve, que si bien no rompe la relación de amistad del hombre con Dios, como lo hace el pecado mortal, sí deteriora esa relación, y dispone al hombre para caer en pecado mortal. En palabras del padre Jorge Loring, en el libro "Para Salvarte", una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la sepultura. Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al dentista, pronto todo el diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la extracción.
El pecado venial es una infracción leve, que si bien no rompe la relación de amistad del hombre con Dios, como lo hace el pecado mortal, sí deteriora esa relación, y dispone al hombre para caer en pecado mortal. En palabras del padre Jorge Loring, en el libro "Para Salvarte", una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la sepultura. Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al dentista, pronto todo el diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la extracción.
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